En las crisis más graves ‑hecho que cabrá vivir con una proximidad atroz- nacen las grandes pasiones donde las nobles y valientes acciones de héroes anónimos hasta las más comunes viles intenciones y cobardes reacciones de la masa enfurecida brillan con luz propia. Esto es común en tanto en época de crisis, la época de excepción de la normatividad común, es donde sale el carácter quizás no auténtico pero sí escondido de las personas; nadie demuestra quien es de verdad en la crisis ‑pues es un estado excepcional- pero sí demuestra sus instintos más bajos. He ahí el interés de la cultura por la catástrofe, el tiempo antes y durante la destrucción imparable de todo cuanto conocemos, pues ese es el instante exacto donde la humanidad se divide entre humanos y animales antropomórficos. Es por ello que, al final, todo se resuelve en como elige cada persona vivir los que serán, invariablemente, los últimos momentos de la vida inteligente de la Tierra y es que, ¿qué hacer cuando nada se puede hacer? Eso nos responderá Junji Ito en “Remina”.
En esta obra se nos narra lo que acontece desde el descubrimiento de un nuevo planeta al cual, su creador, bautizará como Remina en honor de su única hija. Lo que no podían imaginar es que el planeta sigue una trayectoria directa hacia la órbita terrestre, lo cual producirá una inevitable catástrofe final donde todo quedará aniquilado. A pesar del entusiasmo de su padre Remina no compartirá el honor del regalo brindado; si ya de entrada no aceptará de buena gana la presión mediática menos aun lo hará cuando se le acuse de atraer al planeta en su búsqueda. Es por ello que durante todo el relato Remina no cambia, no evoluciona, pues su introversión ‑que es, a su vez, una combinación de absoluta ausencia de esperanza en el futuro y una inacción absoluta por su destino- hace que se deje llevar continuamente por los intereses de héroes anónimos o, en el peor de los casos, de los monstruos animalizados que creen de nuevo en el poder de un totem redentor. Es así como Remina se constituye como ejemplificación de la angustia existencial, pues nada puede hacerse porque nada tiene sentido contra Remina, el planeta; contra la personificación de un horror primigenio más profundo que el pensamiento del hombre.
Remina es el dintorno y el contorno, el lado exterior e interior de una lucha existencial que se basa en la aceptación de la naturaleza como fuerza ajena al control humano. Enfrentarse contra lo imposible no tiene ningún sentido ni significación y el heroísmo de la lucha sólo tiene valor en tanto queda, al menos, un espectador que pueda aplaudir la hazaña. Luchar solo sirve para sobrevivir un poco más, pero a veces es suficiente con sobrevivir un día más para poder ver un nuevo comienzo del hombre.
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