Aliens — Caos, de Mark Schultz
La consideración del ser humano como animal más cruel por matar por diversión se cimienta en la opinión que el ser humano proyecta al respecto de sí mismo, no necesariamente de una realidad tangible con un sentido propio. El egocentrismo humano, ese abyecto humanismo que se defiende como forma última de (re)conocimiento, se sitúa precisamente como punto desde el cual criticar nuestra mismidad siendo epicentro de la mismidad misma; para afirmar que los seres humanos son los animales más crueles de la creación lo hacemos desde la idea de que somos superiores a los demás, incluso en lo malo. El problema de esta perspectiva es que se hace necesario obviar que la orca asesina mata por placer, de una forma tan completamente gratuita y atroz que resulta incluso atemorizante por su brutalidad, haciendo que el ser humano quede como un mero principiante en la masacre sin valor. Por supuesto se puede defender, cayendo de nuevo en el humanismo, que los seres humanos tenemos consciencia y no debemos caer en ello, pero el problema es que la crueldad es un acontecimiento más complejo que una aspectualización humana ‑como puede ser el amor o el odio, estos sí inexistentes en sí en la naturaleza: existen animales crueles per sé.
Esta crueldad primitiva sería precisamente una de las consignas esenciales de Alien, aunque no tanto en su proyección mitológica primaria ‑definida por el Alien de Ridley Scott-, como por la mitología posterior desarrollada en el contexto de su universo. Cada vez que se nos presentan los alien, criaturas primitivas pero altamente adaptativas, se nos muestran como una hipervolución de los seres humanos, como una proyección mitológica de todo lo abyecto que atenaza la existencia humana. Ahora bien, otra lectura posible al respecto de los aliens, también muy extendida, es como son la fuerza la naturaleza oscura que oblitera cualquier clase de sentido en el mundo destruyendo por el mero placer de destruir; no hay una lógica última de reproducción y supervivencia en los aliens, estos sólo buscan la aniquilación absoluta de todo sentido en el universo. A partir de estas dos perspectivas debemos llegar invariablemente al mismo aspecto, al hecho mismo de que los aliens son entes naturales en sí y que poseen una crueldad demasiado humana para poder ser considerados naturales desde una perspectiva humanista; si el humano es el centro del mundo, ¿cómo puede existir un ente natural que pone en cuestión su soberanía bajo la crueldad, algo en teoría netamente humano?
La figura del alien no es una proyección de lo humano porque, de hecho, carece de un sentido civilizatorio que justifique su existencia en sí ‑pues, aun cuando los más furibundos detractores de la humanidad pretendan crucificarnos en la crueldad, la realidad es que nuestro definidor primero es la civilización. ¿A donde nos lleva esto? A que el alien es una figura que proviene de la naturaleza, del afuera absoluto, siendo el absoluto opuesto quiral de lo humano: el alien es la fuerza de la naturaleza desatada, el caos existencial en su perspectiva más dañina que descompone y destruye todo cuanto pretenda existir en sí en el mundo. Si los seres humanos se definen por su tendencia hacia un caos creador, a descomponer el mundo y sus reglas para edificar nuevas maravillas con estas, el alien es la tendencia hacia el caos destructor, el nihilismo puro que pretende abotargar el universo con su presencia para hacerse única fuerza posible.
Si, por ejemplo, en Alien: Cerdo la perspectiva era precisamente que existe un je ne sais quoi radical que produce que los hombres sean entidades malignas en sí mismas ‑y que igual que matan a un cerdo, matarán a un hombre- la perspectiva de Aliens — Caos es la contraria, pues necesariamente aquí los hombres son la civilización arrasada por la destrucción; el humanismo defiende la soberanía del hombre criticando su papel de entidad existencialmente tendente al mal, el (hiper)caosicismo defiende al hombre como una pieza tendente hacia la construcción a partir del caos mismo. ¿Cual es la diferencia entonces entre la orca asesina y el hombre, sin ambos pueden ser crueles? Que el hombre elige ser cruel, la orca lo es. Mientras los animales están afincados en una lógica puramente esencial, condicionados por una pseudo-necesidad construida a partir de la genética heredada, los hombres están más allá en tanto se sustentan a partir de su propia racionalidad para construirse como individuos aun cuando también condicionados por esta; el hombre que piensa su acción, tiene soberanía sobre el caos por su capacidad para decidir como modelarlo. ¿Significa esto que no piensen las orcas asesinas o, como en nuestro caso, los aliens? No, pues tienen su forma de pensar particular, pero están necesariamente condicionados por un instinto que el ser humano rehuye y estos no: la crueldad, la destrucción por y para sí.
A partir de este sentido, de que el universo es caótico pero hay ciertas condiciones de necesidad que nos atan de uno u otro modo dentro de este, la elección vital dentro de esta construcción nos lleva hacia la perspectiva de que la crueldad humana no es adquirida, sino congenita. El hombre disfruta destruyendo del mismo modo que parece que el modus vivendi mismo del alien es el asesinato. La diferencia es que mientras el alien no puede ser consciente de esta situación, no se plantea que su destrucción de toda existencia es perniciosa en sí misma ‑y eso acaba matándoles, pues una imposición evolutiva acaba asesinándoles por la imposibilidad de delimitar su instinto de destrucción dentro de los límites lógicos‑, el hombre puede percatarse de que en esa destrucción de todo está codificando su propia muerta y la de todo el universo si no redirige esos esfuerzos hacia una fuerza productiva — en la mayoría de ocasiones, cuando el hombre destruye algo, es sólo para poder crear otro algo que por una u otra razón le sea más útil o la crea necesaria en ese preciso instante. El nihilismo negativo es el leit motiv del alien, el nihilismo positivo la tendencia racional del hombre.