Tokyo Tribe, la última película de Sion Sono hasta el momento, se aproxima peligrosamente al territorio del Takashi Miike más lisérgico para colocar a Shōta Sometani —22 años, casado con Rinko Kikuchi y el actor más prometedor de su generación; sólo podía pasar en Japón— haciendo de trovador en la historia cyberpunk/hip-hop del origen de una nueva comunidad. ¿Cómo se da ese origen? A través de la complicidad, los cuidados mutuos y la colonización del espacio público como lugar de socialización horizontal. En suma, la película se articula como una oda contra el sistema capitalista tal y como lo conocemos. Todo ello sin convertirse en un panfleto sociopolítico, defendiendo siempre su condición primaria de objeto artístico; no compromete su forma en favor del contenido, porque la una contiene lo otro.
Su montaje, jugando con las premisas musicales del género que aborda, con tendencia al uso del plano secuencia y el corte abrupto, nos regala un musical que no es tal, que no teme enfangarse en temas más complejos de lo que, a priori, podría presentar una película, sólo en apariencia, dirigida hacia un público juvenil. No es una película sobre hip-hop, sino una película de hip-hop: no habla sobre el género, sino que explora el mundo desde él.
Aquí es todo o nada,
¿qué puedes hacer?
Mejor no intentar nada
Salvaje, humorística, tierna. Elige no elegir, elige quedarse con todo aunque muchos afirmen que no es posible hacerlo, demostrando en el proceso hasta que punto es consecuente consigo misma. No acepta las reglas de otros, sólo cree en la comunidad en la cual ella misma está ante la elección de sus reglas. Es un mito medieval en la era de la posmodernidad adaptada al contexto metafílmico: el narrador es un rapero acompañado de una abuela DJ, narrándonos la historia sin límites espaciales ni temporales. Es el ideal emancipatorio de un mundo gritando por la autonomía moral que les han robado, un mundo gritando porque les dejen vivir bajo los ideales de paz, amor y hip-hop.
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«Una pequeña criatura viviente durmiendo en su cuna. Como un animal de laboratorio en una jaula, pensó Kaawashima Masayuki».
Piercing, de Ryu Murakami
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Sin Durarara!! —sin «Ikebukuro, Bukuro», en palabras de Sometani— la vida es más lineal, más sencilla, más aburrida. Es por eso que entre episodio y episodio siempre podemos alimentarnos de las obras traducidas al inglés de Ryohgo Narita, autor de las light novel de Baccano!, Vamp!, Durarara!! y Etsusa Bridge. Aunque sólo sea para comprender como pueden convivir en el mismo territorio Shizuo e Izaya, como la destrucción que dejan ambos a su paso es necesaria para la existencia de su pequeña comunidad.
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Don’t know the night without dancing
Don’t like the night without dancing
Si Nietzsche sólo podía creer en un Dios que pudiera bailar —ese era Zaratustra, el que podía moverse como un danzarín entre las ruinas de la moral— y el nietzschiano Bataille creía en la noche como la posibilidad de todo lo desconocido, ¿qué podemos decir entonces de フレデリック? Que la vida se da como la fiesta: en lo desconocido, en la discontinuidad del mundo, en el juego que desafía todos los límites.
Clap the Castanet
Clap Clap Clap Clap
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«El principal de esos móviles era la idea abrumadora de la gran ballena en carne y hueso. Un monstruo tan portentoso y enigmático despertaba toda mi curiosidad. Y después, los mares salvajes y distantes donde el monstruo hacía rodar su masa, gigantesca como una isla; y los peligros indescriptibles de la ballena: todo eso, sumado a las maravillas que esperaba descubrir en un millar de paisajes y vientos patagónicos, contribuyó a alimentar mi deseo».
Moby Dick, de Herman Melville
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