Cuando uno aborda un género clásico como es el noir hay dos posibilidades: o caer en las nuevas conformaciones de la contemporaneidad o jugar en el campo de los dogmas clásicos del género. Aunque el más cómodo sea el segundo de los casos, pues sólo hace falta una vetusta cantidad de negras lecturas y una buena caterva de personalidades fuerte, también nos enfrenta con un problema: eso nos obliga a jugar con sus reglas hasta el final. Y eso es lo que encumbra a la par que entierra a la competente Christa Faust en su novela “A la cara”, publicada por EsPop.
Con un comienzo ejemplar con la protagonista, Ángel Dare, dentro de un maletero ya consigue lo que sólo los mejores del género han conseguido antes: hacer una historia con olor a folletín pero contenido de alto octanaje en literatura. Y es que, si una cosa queda claro, es que Christa Faust sabe medirse cara a cara a la perfección con los clásicos del género. Una heroína despiadada, casi una femme fatale, que va abriéndose camino en un universo donde la mujer se ve reducida al papel de maniquí, o de objeto. Por eso lentamente vemos como Ángel se va volatilizando en tanto mujer hasta que se convierte (casi) literalmente en un hombre; para destruir a los que la ultrajaron en el pasado necesita convertirse en uno de ellos, por afeminado que sea como hombre. Y es en éste momento que se torna una historia clásica, aun más trepidante si cabe, donde la única respuesta que queda es el atropellado conducto que nos lleva hacia un final donde todo acaba estallando, quizás, de forma excesivamente precipitada e impropia.
Y es que, para nuestra desgracia, Christa Faust no es en ningún caso uno de los clásicos cuyas pieles intenta vestir y, por ello, le vienen grandes. Después de un comienzo ejemplar comienza a precipitar la acción de forma desmedida, abusando de los deus ex machina y escenas deshilachadas, como si eso hiciera más dinámico el conjunto; dejando de lado el discurso clásico en el que se había embutido para acoger una forma más contemporánea en mitad del relato. El problema es que éste mestizaje acaba siendo una tibia ironización sobre el género.
El problema de Ángel Dare es que bajo su cuidada fachada realizada con una fina elección de terminología femenina y un cuidado maquillaje superficial se encuentra la clásica mujer del noir: una cabeza de chorlito. Con una mirada condescendiente hacia el personaje, mirada cargada de prejuicios, se nos presenta como una mujer que siempre actúa sin pensar en las consecuencias, actúa con una violencia desmedida y basa toda su dominación en el comportamiento sexual. Este estereotipo de mujer tiene un grave problema, no es una mujer; Ángel, en tanto actriz porno, es la idea exacta de lo que los hombres creen que serían si fueran mujeres: hombres con pechos y vagina. Por eso la historia se va derrumbando poco a poco, más basada en el azar y los golpes de suerte que en el auténtico ingenio de la protagonista ‑el cual, de todos modos, se nos intenta presentar como existente y audaz por golpes de ingenio relacionados con su conocimiento del mundo del porno- que se ve supeditado a la inteligencia investigadora de cuantos hombres le rodeen.
Pero la cuestión es que Ángel Dare se cree una mujer. Pero, por eso mismo, ella funciona como una sátira tosca del papel de la mujer en el noir y, de paso, la imagen mental que aun tienen una gran mayoría con respecto de la mujer. De éste modo combate desde una prosa desvencijada pero efectiva y un ritmo tosco una historia que va perdiendo impacto pero que, sin embargo, tiene ese je ne sais quoi inexplicable que tenían las historias clásicas del género. Entre el fracaso de las ideas y el triunfo parcial se encuentra sólo la lectura del que lo interpreta.
Deja una respuesta