ser bruja supone ser una máquina de guerra contra el sedentarismo

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Witch, de Witch

El ima­gi­na­rio ame­ri­cano, he­re­de­ro di­rec­to de las for­mas más bru­ta­les del pu­ri­ta­nis­mo eu­ro­peo, es­tá bien ta­mi­za­do por la con­ca­te­na­ción de idea­li­za­cio­nes de cier­tas ideas de lo su­bli­me. Quizás la más evi­den­te pa­ra los afi­cio­na­dos al me­tal ex­tre­mo sea, por la in­fluen­cia ra­di­cal que ha te­ni­do al me­nos en uno de sus gé­ne­ros, el sto­ner, el de­sier­to co­mo for­ma de un ab­so­lu­to que nos acer­ca ha­cia una reali­dad más pu­ra; en la in­fi­ni­dad de una na­da que su­bli­ma nues­tra pre­sen­cia an­te el me­dio nos con­ver­ti­mos en ob­je­tos mo­vi­dos por un de­ve­nir ajeno. Por su­pues­to es­to, más mís­ti­co que re­li­gio­so, se acer­ca tan­to ha­cia las ideas de Dios ‑la pre­des­ti­na­ción pro­tes­tan­te, especialmente- co­mo con res­pec­to de la in­ges­ta de dro­gas ‑el su­bli­mar la vo­lun­tad per­so­nal a tra­vés de ex­pe­rien­cias irrea­les inducidas- pues, en am­bos ca­sos, hay ese aban­dono de lo fí­si­co, lo ma­te­rial, en fa­vor de los es­ta­dos al­te­ra­dos de la conciencia.

J Mascis, que es qui­zás uno de los mú­si­cos ame­ri­ca­nos más bri­llan­tes de su ge­ne­ra­ción, plan­tea bien es­tas ideas al no ca­mu­flar ese mis­ti­cis­mo en for­mas psi­co­dé­li­cas o de in­ges­ta ma­si­va de dro­gas y abra­za su con­di­ción má­gi­ca des­de sus ini­cios: si el gru­po se lla­ma Witch es por­que, de he­cho, es más una vuel­ta ha­cia los prin­ci­pios pseudo-místicos de los pri­me­ros Black Sabbath que ha­cia el sto­ner con re­mi­nis­cen­cias weed de Kyuss; la con­di­ción de pu­re­za se to­ma co­mo una vuel­ta ha­cia lo esen­cial (del su­bli­me americano-europeo) del so­ni­do pe­ro tam­bién de las formas.

La vuel­ta ha­cia un stoner/doom pu­ro de­vuel­ve esa mi­ra­da ha­cia el abis­mo que su­po­ne la tria­da de desierto/satanismo/buzz-in que tan bue­nos re­sul­ta­dos dio en el pa­sa­do y que, tí­mi­da­men­te, han ido res­ca­tan­do al­gu­nos gru­pos en la ac­tua­li­dad. Con un so­ni­do que es una per­pe­tua re­mi­nis­cen­cia de Electric Wizard, só­lo que más clá­si­co, hil­va­nan un dis­cur­so de des­truc­ción, muer­te y de­jar­se lle­var en ca­tar­sis mís­ti­cas en de­sier­tos fí­si­cos, mo­ra­les y sen­ti­men­ta­les. Es por ello que J Mascis, auto-reconocido mís­ti­co orien­ta­lis­ta, siem­pre pa­re­ce ir esos dos pa­sos más allá de lo que los gru­pos de su cuer­da pa­re­cen que­rer ir; siem­pre se si­túa en la po­si­ción pri­vi­le­gia­da que le per­mi­te mi­rar de tú a tú la con­di­ción po­li­mor­fa del ser fi­ni­to, cog­nos­ci­ble, en per­pe­tuo cam­bio en con­tra­po­si­ción a un ser in­fi­ni­to, in­cog­nos­ci­ble, del cual es par­te inefable.

América, tie­rra de bru­jas, de­sier­tos y fu­gi­ti­vos, es la tie­rra don­de to­do hom­bre po­día lle­gar y crear su pro­pio mi­cro­cos­mos si es­ta­ba dis­pues­to a ser su pro­pia ley: esa es la con­se­cuen­cia de es­te su­bli­me ame­ri­cano; cuan­do só­lo hay de­sier­to a tu al­re­de­dor, si eres ca­paz de crear al­go más allá de la are­na so­bre la are­na, ese pe­da­zo de mun­do es tu­yo. Aunque es­to ya no es así, aun­que el sue­ño ame­ri­cano pa­rez­ca per­ma­ne­cer in­tac­to, só­lo del la­do sal­va­je de la vi­da, de los cua­tre­ros y los sa­tá­ni­cos, se si­gue res­pe­tan­do es­ta cos­mo­vi­sión ame­ri­ca­na. Por ello la por­ta­da del pro­pio dis­co de Witch es una con­jun­ción de imá­ge­nes pa­ga­nas en una es­té­ti­ca psi­co­dé­li­ca que ador­nan una mo­to, el ca­ba­llo del cua­tre­ro sal­va­je de la con­tem­po­ra­nei­dad. Porque al fi­nal el ca­rác­ter ma­ra­vi­llo­so del sue­ño ame­ri­cano era la con­fron­ta­ción con­tra lo su­bli­me, la en­ti­dad no­má­di­ca que en su con­di­ción de má­qui­na de gue­rra co­lo­ni­za nue­vos te­rri­to­rios al mundo.

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