en el caos la palabra rige el mundo

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Toda obra hu­ma­na que exis­ta ba­jo el cie­lo que se ha­ya crea­do en al­gún mo­men­to del tiem­po nos ha­bla, irre­mi­si­ble­men­te, de la bio­gra­fía del pro­pio au­tor. No exis­te la ins­pi­ra­ción exóge­na pa­ra el ser hu­mano, lo cual ha­ce que to­do ar­te­fac­to cul­tu­ral nos ha­ble ne­ce­sa­ria­men­te de la vi­sión del mun­do de su au­tor. El au­tor mol­dea la reali­dad a su pa­so dán­do­le las for­mas idea­li­za­das que hay en su men­te; el ar­tis­ta es siem­pre un ar­qui­tec­to que da for­ma al mun­do en tan­to su idea de co­mo es o de­be ser el mun­do. En tal ca­so no de los más in­tere­san­tes edi­fi­ca­do­res del cos­mos se­ría Grant Morrison, co­mo nos de­mues­tra en el do­cu­men­tal so­bre su fi­gu­ra: Talking with Gods.

La vi­da de Morrison, bas­tan­te in­tere­san­te por sí mis­ma, nos ayu­da a aco­tar los lí­mi­tes de ca­da obra que pro­du­ce. Así es in­tere­san­te leer Flex Mentallo co­mo re­mi­nis­cen­cias de su in­fan­cia o El Asco co­mo una mi­ra­da ha­cia el os­cu­ro abis­mo so­bre el que se cier­ne, aho­ra y siem­pre, la hu­ma­ni­dad. Esto nos da nue­vas pers­pec­ti­vas e in­di­cios de co­mo se ha ar­ti­cu­la­do to­do el pro­ce­so y, qui­zás tam­bién, de la sig­ni­fi­ca­ción de­trás del apa­ren­te caos cos­mo­ló­gi­co que im­pri­me en to­das sus obras en ma­yor o me­nor es­ca­la. La pre­sen­ta­ción de un au­tor pul­cro, me­tó­di­co, in­tro­ver­ti­do, cu­yo uso de dro­gas lle­gó bas­tan­te tar­de en cuan­to a la épo­ca de su vi­da y por­ta­dor de un mis­ti­cis­mo le­jano de fan­tas­ma­go­rías idea­lis­tas es jus­ta­men­te lo con­tra­rio de lo que el fan ‑aun­que qui­zás más aun el crítico- po­dría es­pe­rar de él. La más­ca­ra que se en­fun­da, el per­so­na­je pú­bli­co, es una crea­ción ins­pi­ra­da en su au­tén­ti­ca per­so­na­li­dad, co­mo sus obras, pues no apa­re­ce de la na­da; pues la más­ca­ra es siem­pre mí­me­sis de una per­so­na­li­dad deformada.

Por eso to­do co­no­ci­mien­to de Morrison, o de cual­quier otro au­tor, se ha­ce des­de un úni­co ele­men­to: la pa­la­bra co­mo lo­gos (λóγος); co­mo pa­la­bra me­di­ta­da por el in­di­vi­duo que de­fi­ne el mun­do. La ma­gia del caos, de la cual es prac­ti­can­te nues­tro in­ter­pe­la­do, se ba­sa en la pa­la­bra co­mo un ele­men­to dis­rup­tor que pue­de cam­biar el mun­do; en la idea co­mo ca­ta­li­za­dor de las fuer­zas caó­ti­cas de la reali­dad. No se pue­de in­ter­pre­tar la obra de un au­tor, la edi­fi­ca­ción de su mi­cro­cos­mos, a tra­vés de su bio­gra­fía por­que su obra, su λóγος, so­bre­pa­sa su con­di­ción de en­ti­dad singular.

No exis­te un mun­do uni­ver­sal, to­tal e inal­te­ra­ble a tra­vés del cual la vo­lun­tad del hom­bre de­be su­pe­di­tar­se, sino que el mun­do se edi­fi­ca en tan­to la vo­lun­tad del hom­bre lo con­quis­ta. Cada vez que es­cri­bi­mos una obra, bien sea de fic­ción o de no-ficción, es­ta­mos dis­tor­sio­nan­do la vi­sión del mun­do por­que es­ta­mos con­di­cio­nan­do la vi­sión de los de­más a tra­vés de nues­tro pro­pio pris­ma per­cep­ti­vo; to­do au­tor es un ge­ne­ra­dor caó­ti­co de reali­dad. Cualquier in­ten­to de crear una reali­dad ab­so­lu­ta, o de de­fi­nir una Realidad aje­na a to­da per­cep­ción hu­ma­na fra­ca­sa­rá por­que el úni­co lí­mi­te de lo Real es aque­llo que pue­de ex­pli­car las cien­cias, y eso de­ja gran­des la­gu­nas (hu­ma­nas) pa­ra el caos. Y es que, pa­ra­fra­sean­do a Grant Morrison, “¿Qué tal si ten­go ra­zón, y el mun­do no es­tá mu­rien­do, y en reali­dad es­tá a pun­to de na­cer? Entonces, to­do lo que pue­do ofre­cer es de­cir: Estoy pre­sen­cian­do es­ta mier­da.” No hay dio­ses más allá de la reali­dad, por­que los se­res hu­ma­nos son los au­tén­ti­cos dio­ses de la tierra.

Comentarios

Una respuesta a «en el caos la palabra rige el mundo»

  1. Avatar de Álvaro Mortem

    Si tie­nen an­sia de ver­lo ‑co­sa na­tu­ral, por otra parte- po­drán en­con­trar to­do lo ne­ce­sa­rio tal que aquí.

    http://focoblog.com/focoforo/topic.php?id=3766&replies=13#post-166235

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