En momentos de crisis total hay que aceptar cualquier oportunidad para salir para adelante, si pierdes todo y la vida de quienes quieres pende de un hilo seras capaz de cualquier cosa por seguir adelante. De esto trata Oh! My Zombie Mermaid (Â! Ikkenya puroresu).
Esta es la historia de Kouta Shishioh, un luchador de puroresu que ve como su mayor enemigo, Ichijoh, destruye su casa mientras al tiempo, su esposa se ve afectada por una bacteria que la convertirá inexorablemente en una sirena. En estas circunstancias acepta el trato de un productor de televisión sin escrúpulos, participar en su programa House of Wrestling, en donde si gana a los luchadores que hay en su interior en una serie de deathmatchs la casa sera suya, El problema es cuando todos y cada uno de los luchadores son verdaderos monstruos que forman el equipo infernal DDD.
Con un desarrollo extrañamente ágil en el cine japones Naoki Kudo nos regala una pequeña joya con montones de guiños hacia el puroresu en general y los deathmatch en particular con la aparición de multitud de luchadores (Shinya Hashimoto, Nicholas Pettas, Jun Kasai, etc.), las continuas luchas de wrestling o el uso indiscriminado de herramientas y parafernalia propia de los deathmatch como las piscinas electrificadas o los tubos fluorescentes. Las luchas perfectamente coreografiadas y grabadas con un dinamismo perfecto nos meten en esos combates que, ahora mas que nunca, parecen reales en su crudeza y determinación. Combates con trampas a dobles contra un zombie y un psicópata, una lucha contra un sádico maestro de kung-fu diabólico o una lucha encadenados el uno al otro contra un salvaje troglodita en un cuarto de baño es un ejemplo de las cuotas de puro delirio que alcanza la película.
Fuera del combate también nos hace un retrato de las relaciones de lealtad y su ruptura con esta en la sociedad japonesa y nos presenta al wrestler como al samurái del siglo XXI y el combate como su particular duelo en contraposición a la corrupción de la prensa y su todo por la audiencia, carente ya de todo ética u honor. Así nos encontramos una peculiar reinvindicación, tan impactante como necesaria, del luchador de puroresu, defenestrado continuamente por su condición de actor y no así de verdadero luchador .
La película es pues como un tubo fluorescente impactando contra tu cabeza, una cosa brutal y que te deja aturdido sin saber muy bien que pensar pero que me aspen si en el fondo no disfrutamos cada hostia. Al honor desde el alambre de espinos.
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