El Enigma de Kaspar Hauser, de Werneg Herzog
El mar siempre es el mismo aun cuando el agua que lo configure cambie, la sociedad parece ser siempre la misma aun cuando los hombres que la configuran cambien. Pueden devenir en más sabios, con más conocimientos de la ciencia, pero siempre son una masa homogénea que oblitera toda posibilidad de rareza, de diferencia, escudándose en la condición de naturaleza: lo que no es contemplado por nosotros es anormal. He ahí el gran drama de el enigma en general, y de El Enigma de Kaspar Hauser en particular, todo enigma se define como aquello que no puede ser aprehendido en tanto desconocido. El enigma, como el milagro o lo desconocido, es aquello que está más allá del devenir estipulado por la sociedad. A través de esto podemos comprender fácilmente que es lo que ocurre en la película, desde el principio con nuestro desconocido protagonista aprendiendo sus primeras palabras y sus primeros pasos ‑aun cuando, en el mejor de los casos, ya está sumergido en plena edad adulta- para así poder ser insertado en sociedad, para ser abandonado en mitad de la ciudad de Núremberg tras su cautiverio. A partir de ahí nacerá toda curiosidad que él pueda suscitar en tanto enigma, en tanto aquello que no puede ser explicado. Las autoridades le interrogarán, buscarán algún modo de saber quien es o como ha llegado hasta esa situación pero, primero y ante todo, cuestionarán su imposibilidad de tener un nombre; lo único que en la sociedad es inaceptable es estar desposeído de nombre.
¿Por qué esta importancia del hombre? Si seguimos a Wittgenstein podríamos decir que aquello que es milagroso, como que al propio Wittgenstein le creciera una cabeza de águila mientras nos narra esto, sólo lo es en tanto no puede ser nombrado: lo milagroso en tanto nombrado se incorpora dentro de lo real, perdiendo toda su carga simbólica disruptiva. Con esto queremos decir que si resulta que la cabeza de águila de Wittgenstein es un caso de paraguilitis aguda, una enfermedad por la cual se padece una ilusión óptica colectiva o no por la cual parece que un individuo dado adquiere rasgos de un ave depredadora, entonces podríamos afirmar que no estamos ante un milagro sino ante una condición médica, una condición real. Así el lenguaje se nos presenta precisamente como cargado de poder en tanto que, mientras no asociemos una palabra específica al evento desconocido ocurrido, éste se nos presenta como algo ajeno de sí mismo; las palabras no están disasociadas de las cosas, sino que las palabras dan otros significados ulteriores a las cosas. Al ponerle un nombre a nuestro anónimo protagonista, al llamarlo Kaspar Hauser, no sólo eliminan cierta condición misteriosa de su entidad sino que confirman a través de la denominación ciertos caracteres específicos de su ser en el mundo ‑por ejemplo, que es un ser humano en tanto tiene un nombre con apellido.
Todo lo que quede a partir de aquí es el intento durante toda la película de que Kaspar Hauser abandone su condición de anormalidad, de niño salvaje que aparece sin saber ni prácticamente hablar in andar, para convertirse en un ser humano normal, en aquello que han nominado como lo que debe ser. El caso más deslumbrante de estos es cuando un médico va a comprobar que ha aprendido aquellas cosas que se consideran imprescindible para considerarse humano (lectura, escritura, lógica) para así poder declararlo capaz, y para saber si esto es así le cuestiona a Gaspar que dados dos pueblos, siendo uno de gente que miente siempre y otro donde siempre dicen la verdad, como sabría cual es cual sino lo supiera de antemano. Él contestara de un modo tan lógico como absolutamente desconcertante: Le preguntaría, ¿es usted una rana?; el médico negará que eso fuera un pensamiento lógico pero, en cualquier caso, sí lo es: si contesta que sí, es del pueblo de los mentirosos, si contesta que no, de los que dicen la verdad. Lo que nos demuestra aquí Herzog es la imposibilidad de establecer patrones de lo que es lógico y normal porque, de hecho, una misma pregunta puede tener tantas respuestas como formas de pensar existen. Quizás el pensamiento de Kaspar sea más inmediato, más objetual, pero lo que no se podrá negar es que ha alcanzado una verdad funcional en el mundo.
¿Por qué se muestra incapaz de aceptar esta forma de pensamiento el médico? Porque disrupte las nociones de lógica que la humanidad ha establecido a través de sus propios códigos y patrones originados de la ciencia a través de los cuales, el resto de la humanidad, han sido adoctrinados. La respuesta que esperaba, el que preguntara por la relación del individuo con los pueblos, es una noción adquirida de como se han de abordar ciertos problemas esenciales, no algo que esté codificado per sé en la mente de las personas para su uso; la sociedad nos programa para pensar de un modo lineal, en un devenir recto, porque establece que ese es el único modo de pensamiento normal.
Ya aquí podríamos saber por qué Wittgenstein nos hablaba sobre el poder del lenguaje en una conferencia que se llama Conferencia sobre ética, porque de hecho la ética humana se puede crear sólo a partir de aquellos elementos que son nombrados. Todo aquello que no es nombrado, que no tiene una palabra que lo designe, está fuera de toda interpretación posible del mundo y, por tanto, produce que no se puede construir un discurso ético basado en esto; aquello que no puede ser nombrado no existe como tal para el canon de la realidad. Esto producirá, en último término, no sólo que se nombre al niño salvaje como Kaspar Hauser sino también que, al morir, los médicos practicaran una autopsia para acabar determinando que tenía una estructural cerebral diferente, que era un tarado mental. Al denominar a Kaspar Hauser como tarado mental, como subhumano, se desproblematiza toda relación de este con el mundo y la lógica de la sociedad, que ya no puede ser puesta en cuestión en tanto éste viene de alguien que está indudablemente tarado; esa pseudo-lógica viene de un humano de segunda categoría. He ahí lo trágico de nombrar algunas cosas, ya que así se establecen unas relaciones de poder que necesariamente acaban lastrando toda realidad disruptiva al ser cuestionadas como anormalidad.
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