El lenguaje es, en último término, la traducción de los pensamientos de cada cual a un idioma comprensible por una comunidad de hablantes dada. Es por eso que el lenguaje nunca es exacto ni expresa lo que pretendemos comunicar a los otros; nuestros pensamientos están codificados más profundos que nuestro lenguaje. Es por eso que toda traducción se pierde necesariamente parte de la significación original: en la traducción del pensamiento del autor a su idioma materno hay una perdida que se amplifica, aun más si cabe, en la traducción a un nuevo lenguaje. Por supuesto un traductor competente en ambos idiomas y que sea capaz de comprender las intenciones cabales del autor podrá respetar, al menos en gran medida, la base original pero el estilo del autor, su pensamiento instrumental, se perderá por el camino. Esto además se ve amplificado en el hecho de que el lector tiene que re-traducir de nuevo en forma de pensamiento esa lectura dándole una interpretación particular, la del autor u otra divergente, según el contexto en el que sitúe el texto. Es por eso que la ficción auto-biográfica es muy problemática: el autor sabe fehacientemente lo que nos cuenta pero toda traducción lo sumerge más en lo literario, pero lo vacía un punto más de lo particular humano.
Lo anteriormente expuesto sería la explicación perfecta para saber porque no debería conocer traducción de ningún tipo una nouvelle como “Shoplifting from American Apparel” del enclítico Tao Lin: en tanto experiencia (inter)subjetiva sólo tiene sentido vivirla. En ésta novela corta nos es narrada la vida de Sam, un trasunto de Tao, el cual robará en American Apparel porque prefiere gastarse el dinero en tiendas de comida ecológica y como intentará ganarse la vida mediante la escritura. Y nada más. Entre medios conoceremos la voz de Tao Lin, siempre en un registro cotidiano y muy rápido que simula ‑o, más que simula, mimetiza- tanto el estilo del chat, algo común en sus conversaciones desestructuradas las cuales llevaría al paroxismo en “Richard Yates”, como un cierto estilo de diario personal. Su estilo tajante y revelador, haciendo más hincapié en la anécdota y el pensamiento que en describir lo que ocurre, con saltos temporales y espaciales continuos, nos remite más a una suerte de desestructurada consecución de pensamientos hilados para consumo propio. Y eso es lo interesante: no hace un diario ficcionado, sino que a partir de un auténtico diario de su vida, una traducción de un periodo de su existencia, cambia los nombres y nos lo ofrece como una ficción cuando no es más que una acumulación casi inconexa de pensamientos.
Por eso su traducción no tiene sentido: la nouvelle es ya en sí la traducción de unos pensamientos plasmados obviando la necesidad de hacerlos literarios. Pero no se dejen engañar, esto es en último término una novela y como tal se desarrolla, pero, al mismo tiempo, no deja de ser la breve crónica en forma de diario de las tropelías insustanciales en la vida de un joven noroccidental aburrido. El pensamiento está más allá de la traducción incluso para el propio pensamiento.
Deja una respuesta