Si bien existen notables excepciones, los triunfos particulares de los artistas prominentes de cada época se sostienen en una única dirección que explotan de forma notable a lo largo del tiempo. La idea del artista polifacético, camaleónico, capaz de cambiar de registro o estilo con cada nuevo trabajo de largo recorrido que aborda, es una rara avis: el común de los artistas se hace feliz puliendo su pequeña porción de realidad, limando sus aristas, soplando lo sobrante de su superficie. No necesita más. Por eso la verdadera genialidad, más allá del mero transitar un recorrer de forma constante el mismo camino hasta perfeccionarlo, pasa por asumir con naturalidad el darse hacia la exploración de nuevas sendas del bosque; lo que es propio del artista no es la senda, sino el bosque. Por eso quien se atreve a estar buscando nuevos claros y ríos, árboles y pájaros, plantas y setas, explorar aquello que le es próximo sin abandonar lo que le es propio, es aquel que puede considerarse como un artista auténtico.
Bajo ese paradigma, podríamos considerar que Mogwai se nos dan en un movimiento inverso al de la mayoría de sus cohetaneos: después de unos primeros discos taimados, muy complacientes, llegaron a la experimentación de la mano de Mr. Beast, explorando con cada vez mayor virulencia las diferentes posibilidades de ese nuevo campo de pruebas abierto a su medida. La edad llama a la prudencia, salvo a los artistas. Por eso, al llegar a Hardcore Will Never Die, But You Will, poco queda del post-rock perfectamente claveteado sobre las normas básicas del género que los llevó a encabezas las listas de lo más in en su momento; en contraposición, abandonan los planos básicos para desatar un ejercicio de imaginación catedralicio.
Su post-rock de corte más clásico no desaparece, sino que sobre él se añade una cierta tendencia hacia la grandilocuencia que lo encumbra en un sentido más prosaico de su propio trabajo. Todo lo que se pierde en calma, en detalles perfectamente puenteados sobre una melodía casi accesoria, se gana en un sentido de la maravilla bigger than life; no hay sitio para la masturbación técnica, sólo para la fascinación cuasi-infantil que sólo la música puede lograr. Las melodías ganan en velocidad, los drones hacen aparición de forma más constante y se gana una cierta tendencia hacia una belleza atmosférica inmediata de la cual carecía hasta ahora su obra. Es un disco que se puede disfrutar desde un nivel primario. Ésto sirve para ocultar dentro de sí una belleza particular que va más allá de esa patina de interés que pueden suscitar en su público más arribista, aquel que se aproximará al disco por ser Mogwai o por sonar pop, sin dejarles de lado: la experimentación no está a flor de pie, sino que exige una escucha atenta para poder adentrarse en sus propuestas más insolentes. Por eso cualquier escucha superficial descubrirá un disco agradable, quizás incluso amable, pero renunciará a la comprensión auténtica de lo que hay detrás de sus diferentes velos de realidad.
Mogwai tornan aquí su mirada hacia una pretensión de realidad más fuerte. No intentan ya expresar sentimientos abstractos, ideas apenas sí esbozadas, tanto como precisos paisajes mentales que se van llenando de ricos matices según se van construyendo siguiendo la progresión lógica de cada una de las canciones; cada canción es un mundo posible que no existe más allá de su existencia dentro de la música. Sin ninguna clase de complacencia exploran los límites ya no de la representación, que también, sino de la realidad: crean habitaciones propias, que casi podemos recordar, más allá de aquello que nos puedan hacer recordar por asociación: su música llega hasta el punto de inspirar una cierta verdad física que no existe en tanto tal. Crea un mundo por habitar.
No hay límites que existan para no ser transgredidos. Al comprender ésto, Mogwai se abalanzan hacia los límites del post-rock para crear una experiencia que transcienda al género sin transcender la personalidad que han inoculado de forma reiterativa en toda su obra anterior; abren nuevas sendas, pero no se salen del bosque. Por eso el conjunto es un fascinante viaje hacia algún lugar por conocer, aquel donde podremos pensarnos más allá de los límites físicos de nuestro mundo. He ahí la magia del arte auténtico.
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