tensión dialéctica no resuelta

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El amo no es tal en tan­to que só­lo es re­co­no­ci­do co­mo tal por el es­cla­vo pe­ro siem­pre ca­be la ab­sur­da po­si­bi­li­dad de que el amo re­co­noz­ca al es­cla­vo co­mo ser en si pa­ra po­der ser él re­co­no­ci­do a su vez co­mo tal. Por su­pues­to es­to só­lo ocu­rri­ría me­dian­te sub­ter­fu­gios y fal­sas ver­da­des, co­mo un in­ten­to de en­ga­ñar­se, «ellos no son es­cla­vos, son sir­vien­tes que na­cie­ron en una po­si­ción in­fe­rior por pu­ra for­tu­na» Justo la ac­ti­tud que tie­nen al­gu­nos di­rec­to­res de Hollywood con la hu­ma­ni­dad en­te­ra se­gún el pri­mer ca­pí­tu­lo de la so­ber­bia se­rie Extras.

Extras co­mien­za en su pri­mer ca­pí­tu­lo con Ben Stiller di­ri­gien­do un dra­ma bé­li­co. Al po­co de em­pe­zar in­sis­te en re­cal­car­nos la ne­ce­si­dad de con­tar la his­to­ria de Goran, un hom­bre que per­dió to­do en la gue­rra de los Balcanes. Rodar una pe­lí­cu­la so­bre los ge­no­ci­dios en los paí­ses del es­te es el úni­co mo­do de im­pe­dir la per­pe­tua­ción de esa tra­ge­dia. Esta pe­lí­cu­la, la ha­ce­mos to­dos por Goran. Él es el di­rec­tor que es­con­dién­do­se de­trás de fal­sas pro­cla­mas del ha­cer­se por­ta­dor de la Verdad y la Historia ‑ya que, co­mo to­dos sa­be­mos, es un hé­roe que de­vuel­ve su esen­cia al esclavo‑, ejer­ce de ti­rano pa­ra con­tar una his­to­ria que no es su­ya, pe­ro se apro­pia de ella co­mo úni­co va­le­dor. El es Ben Stiller, tú no eres na­die. Y lo sa­bes. No im­por­ta si hay que mal­tra­tar psi­co­ló­gi­ca­men­te a un ni­ño o fí­si­ca­men­te a una an­cia­na. Es Ben Stiller, es el di­rec­tor de Hollywood, es el Demiurgo y tú tie­nes que amol­dar­te a su obra mag­na, su reali­dad. Y to­do aca­ba es­ta­llan­do, por unas lí­neas que exi­ge un ac­tor a tra­vés de Goran, pe­ro él es el di­rec­tor de Hollywood y Goran só­lo uno más. Es el gi­li­po­llas que se apro­pia de una reali­dad co­ral co­mo si fue­ra una ex­pre­sión ex­clu­si­va de sí mis­mo, co­mo una vi­sión úni­ca del to­do. Es el mo­nar­ca de un rei­no flo­tan­te, in­exis­ten­te, que se nie­ga a ver la reali­dad; el rey va des­nu­do y no tie­ne reino.

Y así Ben Stiller nos de­mues­tra a tres años del es­treno de Trophic Thunder co­mo fun­cio­nan la men­te de mu­chos di­rec­to­res de ci­ne con sus sá­ti­ras cer­te­ras, con po­ca com­pla­cen­cia y mu­cha auto-crítica. Esto es es­te pri­mer ca­pí­tu­lo de Extras. Es Ben Stiller mor­dien­do la mano que le da de co­mer; es me­ta­ci­ne en te­le­vi­sión. Pero es so­bre­to­do una bo­fe­ta­da di­rec­ta a la ca­ra del Hollywood com­pro­me­ti­do con los des­fa­vo­re­ci­dos, con los des­fa­vo­re­ci­dos, es un gan­cho a la man­dí­bu­la con­tra los gran­des re­la­tos. Es un espu­to mal in­ten­cio­na­do a la ca­ra de aque­llos di­rec­to­res que en su me­ga­lo­ma­nía in­ten­tan ser las vo­ces de la cor­du­ra, las vo­ces de-lo-que-debería-ser pa­ra aca­bar de­cla­man­do lo que son, las vo­ces obe­dien­tes de sus amos. Y es aquí don­de es­tán muer­tos los gran­des re­la­tos, exis­ten tan­tos re­la­tos, vi­sio­nes, co­mo per­so­nas im­pli­ca­das en el he­cho mis­mo a re­la­tar. El in­ten­tar im­po­ner una vi­sión de lo ocu­rri­do por en­ci­ma de las de­más, sin con­tras­tar, sin in­ten­tar dar voz más allá de una idea úni­ca, desem­bo­ca in­va­ria­ble­men­te en una ten­den­cia ha­cia el fas­cis­mo, por bien in­ten­cio­na­da que sea. Al fi­nal sea me­ta­fó­ri­ca o sea li­te­ral, la ten­den­cia de los gran­des re­la­tos es la de ser guar­dia­nes de la Historia y, con ello, en gran me­di­da, ser guar­dia­nes del pen­sa­mien­to único.

Al fi­nal el dis­cur­so de al­gu­nos di­rec­to­res es ab­so­lu­ta­men­te ho­mo­gé­neo en­tre si, to­dos tie­nen el mis­mo as­pec­to: só­lo re­afir­man la vi­sión do­mi­nan­te y ex­tre­ma­da de la reali­dad se­gún el po­der oc­ci­den­tal. Mientras tan­to, el pú­bli­co se­gui­rá ja­lean­do por la pró­xi­ma pe­lí­cu­la de James Cameron y Alejandro Amenabar pa­ra po­der te­ner su nue­va do­sis de có­mo­da obli­te­ra­ción men­tal. No ha ha­bi­do vic­to­ria dia­léc­ti­ca, la ma­yo­ría si­guen sien­do esclavos.

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