Quizás uno de los mayores problemas de la URSS no sea en sí su discurso ideológico o la propaganda que de éste hiciera, aunque seguramente Joseph Stalin y sus divertimentos políticos tampoco ayudaron en nada a ello, sino precisamente la contrapropaganda que desde EEUU se ha realizado al respecto de ella. Sería muy fácil aludir al proceso victimizador que de esta se hizo, haciendo de ella prácticamente un juguete roto que demostró la imposibilidad de superar la post-historia que supone la democracia liberal occidental, pero centráramos nuestra atención exclusivamente en esta perspectiva nos perderíamos por el camino el hecho regulador que se tiene al respecto de él: el comunismo no se considera sólo una tontería, se considera un galimatías imposible carente de cualquier clase de sentido. Esta maniobra de depreciación del sentido que ha impuesto Occidente al respecto de la URSS ha sido completamente intencionado pero aun cuando ha sido asumido de forma natural por la población, no es un pensamiento ideológico en sí; la apreciación del sinsentido de la URSS no se da tanto por el hecho de que la propaganda constitucional así lo establece, sino porque esa es la imagen arqueológica que se nos ha impregnado al respecto de ella.
Cuando en Los Simpson nos presentan El show de obrero y parásito como un sustitutivo de Rasca y Pica hay una pretensión directa de establecer cual es el patrón lógico diferenciado entre ambos paradigmas culturales: mientras los soviéticos son incomprensibles entresijos surrealistas mediados por una profunda intelectualidad ‑o lo que se intuye como tal, al menos‑, las aventuras de los americanos son un deceso intelectual en el que prima el slapstick extremo sin pretensión más allá del puro entretenimiento. A través de esta comparación podemos verlo con una perspectiva adecuada pues, precisamente, se nos presentan como fuerzas antagónicas perfectas; si no comprendemos de ningún modo el espectáculo que nos conceden Obrero y Parásito es porque estamos en un completo afuera de su ideología. Ahora bien, no nos dejemos engañar, la perspectiva del fin de la historia que tendría ese garante con pies de barro que es Fukuyama no nos permitiría acotar de forma adecuada esa perspectiva, teniendo que ceder ante otra más cruel por nuestra parte: la diferencia entre el gato y el ratón americano y el soviético, es que los soviéticos se saben profundamente ideológicos mientras los americanos deniegan de forma constante su ideología; mientras, El show de Rasca y Pica se pretende post-ideológico éste crea su propia condición de verdad: su ideología es su total ausencia hipotética de ideología ‑podría afirmarnos un Slavoj Žižek no necesariamente simpsonizado.
Es por eso que el garante principal de cualquier noción que se encuentra dentro de estos no son los dibujos animados, sino la apreciación que se tiene dentro de sí. Aunque pretendamos decir que Rasca y Pica, esos hiperviolentos monstruos animados, no tienen ninguna clase de implicación ideológica la realidad es que su total ausencia de implicación ideológico ‑y ética, ya de paso- marca un profundo canon ideológico. Es por ello que lo que se resalta en el contraste no es necesariamente todo el sinsentido que se produce dentro de El show de Obrero y Parásito tanto como lo que se nos resalta al respecto de sus cohetaneos americanos; si Rasca y Pica tienen anidando dentro de sí una fuerte carga ideológica es precisamente por pretender mostrarse como aideológico, su tendencia natural, la violencia sinsentido, es su perfecta marcha ideológica. Cuando en Los Simpson se emiten estos dibujos soviéticos no sólo no nos dicen nada al respecto de ellos ‑porque, de hecho, tampoco podemos comprederlos por ser un afuera de nosotros; es un sinsentido profundo, un sinsentido sin sentido‑, pero a cambio sí nos señalan como para un soviético eso sería un sinsentido específico: un sinsentido violento.
A la vista de una tira cómic ‑o algo remotamente similar a lo que alguien podría considerar cómico- sin embargo adquiere otro significado completamente diferente. Esta tira, realizada en su integridad por un equipo de americanos y por tanto perdiendo ya de entrada su perspectiva soviética, aunque esta fuera impostada por imitación, nos presenta una historia perfectamente coherente para el sentido occidental de los supuestos ideológicos de Obrero y Parásito. En esta vemos como el ratón Parásito le pide un poco de queso al gato Obrero, el cual se enzarza en una disgresión ideológica de como de hecho lo que el desea no es el queso, sino la abolición de la burguesía opresora. Bajo la insistente perspectiva de Obrero, que no permite ninguna clase de contraréplica ya que él sabe lo que necesariamente ha de querer, Parásito le atiza un martillazo en la pata para que éste defienda que lo que de hecho desea es que el gobierno expolie a los ricos para poder dar queso a todos los ciudadanos.
Esto no deja de ser una muy irónica perspectiva al respecto de como es la URSS, pero en general como es el hombre bajo el paradigma del comunismo. Según esta visión, la lucha de clases se antepone ante la necesidad inmediata de los ciudadanos que viven entre miserias y tienen que aplicar la violencia para que el poder estatal recuerde que el fin último es precisamente que los obreros dejen de sufrir. Aunque efectivamente puede ser una perspectiva válida, el problema es como el relato se ve impregnado de forma constante de una ideología tan fuertemente marcada que acaba por ser aberrante; no hay nada en Obrero y Parásito que no remita de inmediato a un imaginario político particular: sus nombres, el uso de un martillo, el estar circunscrito su espacio a una habitación con una bandera de la URSS, etc. Cualquier pensamiento crítico de lo que supone el comunismo se ve reducido de una forma tan taxativa como feroz hacia los elementos ideológicos más inmediatos que esta sustenta. No hay realidad ulterior más allá del chiste político, de la chanza del rival que le caracteriza como un bárbaro terrible del cual hay que burlarse con furia para dejar claro que en sus garras sólo es posible el más abyecto de los sufrimientos. Capitalismo o barbarie, parecen querernos decir.
Lo interesante es como sí, de hecho hacemos ese reduccionismo malsano hacia sus otros personajes, Rasca y Pica nos resaltan como una idea muy precisa de lo que proyectan de sí mismos los EEUU. La violencia como agente ideológico único, la única posibilidad de todas cuantas existen, se sufre en la figura de Rasca siendo torturado por Pica en un acto de gratuitidad que siempre se circunscribe a algún acontecimiento de consumo que pretendiera ejercer este primero ‑desde una comida en un restaurante hasta un corte de pelo, pasando por infinidad de otros ejemplos. Siguiendo la fina lógica que caracteriza Obrero y Parásito como unos agentes ideológicos que torturan a sus conciudadanos, podríamos afirmar que Rasca y Pica no le van a la zaga cuando la tortura se produce cuando el consumo en sí mismo se realiza; la ideología dominante está en perspectiva en ambos dibujos animados de una forma quiral, paralela pero contraria, produciendo que cada una tenga unos efectos particulares propios.
¿Qué nos pueden decir entonces estos dibujos animados nacidos de otros dibujos animados? Que de hecho hoy la ideología existe como existía entonces, porque aunque nos pretendamos en una era post-ideológica es un hecho objetivo que es posible hacer una representación paralela de los efectos del comunismo con aquellos equivalentes pero contrarios del capitalismo. A partir de que esta representación es posible, porque de hecho tales representaciones son la caracterización del propio zeitgeist de su tiempo, podemos decir que lejos de vivir en un tiempo post-ideológico vivimos en una época donde la ideología se ha impregnado de forma sistemática en todas las formas de existencia, introduciéndose como por ósmosis en toda forma última de lo social. Es por ello que no podemos considerar a Obrero y Parásito como los graciosos exploit pseudo-soviéticos para hacer un gag brillante dentro de una serie de animación cómica, sino que de hecho estos nos muestran como de facto hay un paralelismo obvio entre estos y sus homónimos americano-capitalistas: ambos están impregnados de forma profunda por los códigos connaturales a su ideología. Sólo cuando pensamos la sociedad a partir de estos puntos nos daremos cuenta que, de hecho, la única diferencia ideológica es en que lado de la mano queda el dedo pulgar de la opresión.