los estereotipos lo son porque funcionan

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Que la co­me­dia es el ge­ne­ro tra­ta­do con ma­yor con­des­cen­den­cia y des­dén no de­be sor­pren­der a na­die, exis­te el mi­to ge­ne­ra­li­za­do de su es­ca­sa va­lía au­to­ral ya que no es se­rio. En es­te pun­to lle­ga Sacha Baron Cohen a de­mos­trar­nos una vez más que la co­me­dia no es se­ria por­que na­da en es­te mun­do es se­rio con Brüno.

Brüno es un pre­sen­ta­dor de un pro­gra­ma de mo­da que crea ten­den­cia en to­dos los paí­ses germano-parlantes sal­vo Alemania que ve co­mo su éxi­to de­cae des­pués de un ac­ci­den­te y de­ci­de ir­se a Hollywood a con­ver­tir­se en fa­mo­so. Aunque ar­ti­cu­la bue­na par­te de las bro­mas den­tro de la mo­da lo que bri­lla con luz pro­pia es la con­di­ción de gay de Brüno y lo es­te­reo­ti­pa­do de la mis­ma. Así aca­ba lle­van­do has­ta el ex­tre­mo más bur­do tó­pi­cos so­bre los ho­mo­se­xua­les y los re­tuer­ce po­nien­do an­te la cá­ma­ra a in­cré­du­los que en teo­ría no sa­ben lo que ocu­rre pe­ro que no de­jan de trans­mi­tir la sen­sa­ción de que es­ta to­do pre­pa­ra­do. Y aquí lle­ga­mos a el ver­da­de­ro lo­gro de Brüno, lo­gro que se en­cuen­tra en el chas­ca­rri­llo pun­tual in­de­pen­dien­te de la reac­ción de sus in­ter­lo­cu­to­res y, so­bre­to­do, en la re­la­ción con el se­cre­ta­rio de su se­cre­ta­rio, Lutz, ver­da­de­ro con­tra­pun­to có­mi­co y hu­mano al dar el ca­riz se­rio y no for­za­da­men­te rea­lis­ta que im­pri­men el res­to de los interlocutores.

La esen­cia de Brüno es su rít­mi­co mo­vi­mien­to de cho­rra al son de techno ma­cha­con y me­dio­cre en una per­fec­ta har­mo­nía de lo chic, lo es­te­reo­ti­pa­da­men­te gay y lo subur­bial po­li­go­ne­ro. Un rít­mi­co mo­vi­mien­to de cho­rra que se cree más pro­vo­ca­dor de lo que es pe­ro nos de­mues­tra que la co­me­dia no es se­ria, por­que la vi­da no sue­le ser seria.

4 thoughts on “los estereotipos lo son porque funcionan”

  1. Me en­can­ta que ese gé­ne­ro tan, co­mo bien apun­ta, me­nos­pre­cia­do ya des­de Aristóteles que es la co­me­dia, sir­va de for­ma tan brus­ca pa­ra cri­ti­car una reali­dad en la que nos ve­mos in­mer­sos y a la que nos va­mos con­du­cien­do con go­zo, pa­re­ce. La exa­ge­ra­ción, el jue­go de la hi­pér­bo­le y la me­tá­fo­ra no es más que un gui­ño pe­li­gro­so, y en Bruno to­do es­to se lle­va a ca­bo pa­ra cri­ti­car la cul­tu­ra del «to­do va­le», el fin jus­ti­fi­ca los me­dios, la fa­la­cia de la pren­sa y su su­pues­to pro­pó­si­to de «in­for­mar», cuan­do al fi­nal lo que se bus­ca es el mor­bo por el do­lor, el ser fa­mo­so a cos­ta de cual­quier co­sa, ven­dien­do ni­ños, imá­ge­nes tru­cu­len­tas, o por­no­gra­fía de lo vulgar.

  2. La co­me­dia es pa­ra mi gus­to el fin ul­ti­mo de la cri­ti­ca, quien sa­be po­le­mi­zar des­de el hu­mor, des­de la bur­la del es­te­reo­ti­po y la chu­rru­fle­ta por lo que le dis­gus­ta, es quien de ver­dad es­ta de­mos­tran­do ver don­de es­ta el error de esa for­ma de actuar.

    Si, la cri­ti­ca de Brüno es la cri­ti­ca ha­cia un per­ver­ti­do mass me­dia y una vez mas, el cri­ti­co me­dio no pu­do ver nada.

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