sólo el deseo en flujo te arrastrará hacia donde necesitas (tú) ir

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Fargo, de Joel y Ethan Coen

1.

¿Qué exis­te de su­bli­me en Fargo? No hay na­da de su­bli­me en él. Pero si de­be­ría­mos en­con­trar una con­cep­tua­li­za­ción de lo su­bli­me de los Coen, una es­pe­cie de san­to grial que ex­pli­ca­ra las de­ter­mi­na­cio­nes fi­na­les del idea­rio ex­pre­sa­do por los her­ma­nos a lo lar­go de to­da su fil­mo­gra­fía, en­con­tra­ría­mos un prin­ci­pio in­elu­di­ble: el sue­ño ame­ri­cano; y su con­se­cuen­cia: la in­de­ter­mi­na­ción de to­do sue­ño. Su triun­fo y sus erro­res; co­mo el sue­ño ame­ri­cano nos si­túa an­te lo su­bli­me a tra­vés de la dis­tan­cia tem­po­ral en­tre el pro­pio sue­ño ame­ri­cano y su cum­pli­mien­to fi­nal. Fargo es, en úl­ti­ma ins­tan­cia, una con­tex­tua­li­za­ción de la idea pri­me­ra de los Coen a tra­vés de su fun­da­ción en el deseo.

2.

Las ar­ti­cu­la­cio­nes de de­seo no tie­nen na­da que ver con la re­pre­sión.1

3.

Los per­so­na­jes apa­re­cen en di­co­to­mías per­fec­tas (Jerry-Jean, Carl-Gear, Marge-Norm) que se dan en cons­pi­ra­cio­nes en tríos (Jerry-Carl-Gear, pla­nea­do­res del se­cues­tro; Carl-Gear-Jean, víc­ti­mas del se­cues­tro; Marge-Gear-Jerry, su­per­vi­vien­tes del se­cues­tro) que se de­fi­nen por sus afi­ni­da­des elec­ti­vas. Estas afi­ni­da­des siem­pre se dan con un agen­te ex­terno que se in­tro­du­ce ‑o es in­tro­du­ci­do, ge­ne­ral­men­te, a la fuerza- en un con­tex­to di­fe­ren­te al pro­pio pa­ra bus­car al­gún be­ne­fi­cio la par­te introducida/introductoria del triun­vi­ra­to. Las con­se­cuen­cias siem­pre son ne­fas­tas pa­ra una de las dos par­tes con­tra­tan­tes. La nu­me­ro­lo­gía se re­pi­te constantemente.

4.

El de­seo se de­fi­ne a tra­vés de sus flu­jos o sus estancamientos.

Personajes de de­seos en flu­jo: Marge, Jean y Norm.
Personajes de de­seos en es­tan­ca­mien­to: Jerry, Carl y Gear.

El de­seo en flu­jo, las con­for­ma­cio­nes sa­nas y na­tu­ra­les del de­seo, per­mi­ten un avan­ce cons­tan­te en las ex­pec­ta­ti­vas en el cum­pli­mien­to del de­seo; hay un des­pla­za­mien­to no­má­di­co que lle­va ha­cia una eter­na con­ca­te­na­ción de bús­que­da de la sa­tis­fac­ción a tra­vés de nue­vas for­mas ‑aun­que no ne­ce­sa­ria­men­te no­ve­do­sas, no vi­si­tas o des­co­no­ci­das pa­ra uno mismo- del de­seo. El de­seo es­tan­ca­do es un de­seo es­tá­ti­co, ab­so­lu­ta­men­te cer­ce­na­do en la ra­di­ca­li­dad de su ac­ción de re­flu­jo que in­di­ges­ta las ex­pec­ta­ti­vas, ne­ce­sa­ria­men­te siem­pre in­cum­pli­das, del ob­je­to de­sean­te con res­pec­to del ob­je­to deseado.

5.

El de­seo en flu­jo de los per­so­na­jes de Fargo es hu­mil­de; el de­seo es­tan­ca­do de los per­so­na­jes de Fargo es su­bli­me. Mientras lo es­tan­ca­do ‑el pan­tano; lo que se re­tro­ali­men­ta y mue­re en sí mismo- pro­du­ce la fas­ci­na­ción en la mi­ra­da del otro, del es­pec­ta­dor, lo que se en­cuen­tra en flu­jo ‑el nó­ma­da; aquel que atra­vie­sa los pá­ra­mos co­lo­ni­zan­do nue­vos territorios- pro­du­ce en esa mis­ma mi­ra­da in­dig­ni­dad. La vi­da ne­ce­si­ta ser al­go más, al­go sublime.

6.

(Esto) apun­ta la inope­ran­cia de to­da cons­truc­ción hu­ma­na pa­ra cap­tu­rar una Verdad.2

7.

El prin­ci­pio de in­de­ter­mi­na­ción de Heisenberg, co­mo el rea­lis­mo (post)deleuziano, es cons­cien­te de la con­tin­gen­cia de fac­to del mun­do. No exis­te una ver­dad pri­me­ra ne­ce­sa­ria, no exis­te una ra­zón pa­ra la exis­ten­cia del mun­do. El mun­do es en sí sin ra­zón y es im­po­si­ble al­can­zar una Verdad ope­ra­ti­va.

8.

Los gran­des es­pa­cios abier­tos de Fargo son un su­bli­me que no de­be su­bli­mar; la fan­ta­sía de lo su­bli­me de­be ser co­lo­ni­za­do por el pen­sa­mien­to del nó­ma­da. No im­por­ta el es­pa­cio ‑siem­pre es­tá­ti­co y cohe­ren­te; igual y pseudo-objetivo- más allá de su re­la­ción cons­tan­te e in­di­so­lu­ble del tiem­po; só­lo en el tiem­po exis­te una bús­que­da, y el en­cuen­tro cier­to, con al­gu­na cla­se de su­bli­ma­ción por­que, en úl­ti­mo tér­mino, no pue­den cum­plir­se ex­pec­ta­ti­vas en el es­pa­cio sino van aso­cia­das ne­ce­sa­ria­men­te al tiem­po. El tiem­po, sin em­bar­go, elu­de cons­tan­te­men­te la con­for­ma­ción es­pa­cial pa­ra cons­ti­tuir­se co­mo con­di­ción deseante/deseada, co­mo reali­dad que des­bor­da al hom­bre. El des­bor­da­mien­to, el ir y ve­nir en los flu­jos de­sean­tes, en el eterno cre­ci­mien­to por la in­clu­sión po­si­ble de lo ex­terno pro­du­ce esa sen­sa­ción (es­ta vez sí: real) de lo sublime.

9.

La vi­da de Marge ‑co­mo la de Jean y Norm- es su­bli­me por­que nun­ca, ja­más, se plan­tea su su­bli­me­za; la vi­ve. Es cons­cien­te de la ne­ce­si­dad de de­jar fluir los de­seos pa­ra al­can­zar el au­tén­ti­co es­ta­do de in­de­ter­mi­na­ción ab­so­lu­ta, de no sa­ber nun­ca don­de le lle­va­rán los sen­ci­llos de­seos de sí mis­ma o de los otros. Aceptar (y de­jar­se lle­var) por el de­ve­nir es el úni­co mo­do de co­no­cer lo su­bli­me en un uni­ver­so fas­ci­nan­te­men­te contingente.

  1. DELEUZE, G. Deseo y pla­cer, Magazine Littéraire, nº 325, oc­tu­bre 1994, pp. 57 – 65 []
  2. COSTA, J. Un ti­po se­rio, Fotogramas, 2010 []

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