El amor en el imaginario artístico siempre se ha situado más cercano a las formas más poéticas y elevadas del carácter humano que de sus formas más fisicalizadas y por ende más próximas sino a la realidad, si al menos a la cotidianidad. Por ello es interesante ver esos puntos discordantes en donde todo este carácter elegíaco se vaporice en favor de los aspectos más violentados y mundanos del amor humano. Y para eso no hay nada mejor que Hospital Music for the Aesthetics of Language de Trophy Scars.
En esta primerísima primera obra del grupo nos encontramos el fervor adolescente que uno espera en una primera obra; una rabia tan apenas contenida ‑si es que lo está en alguna medida- que nos lleva hacia los campos más destructivos del screamo. Pero contra todo pronóstico consiguen que el trabajo sea, en su conjunto, algo mucho más allá ya que consiguen hacer de su género el punto de síntesis de cuantos géneros se les ponen por delante. Con un predominante carácter jazz en los instrumentos van destripando con virulencia unas melodías cargadas de tecnicismo que, sin embargo, jamás dejan de sonar accesibles; como una síntesis entre un tímido tecnicismo y un desnudamiento público sin pudor. Justo ahí es donde se sitúa el concepto mismo de su disco: a través de la violencia técnica imprimida en su música desnudan todo sentimiento tras de sí. Aquí sólo hay sitio para el amor, uno tan puro, perfecto y humano que sólo se puede definir a través de un acto de violencia desmedida y descontrolada que sólo cobra sentido en su misma síntesis. Perpetúan un acto de puro terrorismo ballardiano sólo que al revés, aquí no cabe sitio para la nueva carne en tanto sólo pueden redefinir el espacio mesetario del hombre; la geografía sentimental.
Ya desde el título nos lo advierten y es que nos conceden nada más que una estética del lenguaje de la música de hospital; la estética de un sentimiento tan intenso que necesariamente transporta hacia el puro dolor físico. Y es que aquí Trophy Scars no sólo se definen como extremadamente adolescentes sino que se imponen como necesariamente adolescentes; nos enseñan los sentimientos que realmente poseemos y nos habían sido hasta ahora ocultados. El amor nunca fue una cuestión del alma, siempre fue una cuestión de la física sentimental de los cuerpos.
Deja una respuesta