¿Se puede hablar de aquello que no se conoce? En términos estrictos parece evidente que hablar de lo que no se sabe incurre en el absurdo de que intento configurar a través del lenguaje aquello que está más allá de mi mundo, lo cual es imposible. Sin embargo no sería dificil implorar a la ficción para hacer de nuestras deficiencias una hipérbole, casi un simulacro, de nuestras faltas. Y esta es la premisa del debutante Jeong-Hoon-Il Kim para su deliciosa comedia romántica Petty Romance.
Jeong-bae es un dibujante de cómics que, a pesar de su indiscutible calidad, no consigue colocar sus trabajos por la deficiente labor de guión que desempeña. En tales circunstancias decide presentarse a un concurso de cómic para adultos emprendiendo la búsqueda de un guionista. Su elección final, después de entrevistar a varios perturbados, se materializa en la desesperada Da-rim, ex-columnista de temas sexuales de una revista femenina. Sólo que ella no sabe absolutamente nada de cómic. Y aun menos de sexo. Así comienzan una serie de enredos donde irá surgiendo el amor entre ellos bajo la premisa obvia que acabará por hacer tambalear las bases de su relación y su obra: el total desconocimiento del sexo. ¿Y como se puede hablar de lo que no se sabe? Fabulando a través de aquello que se cree conocer. De este modo los momentos de humor irán encadenándose con la peculiar visión del sexo de Da-rim en la cual los nombres tienen descomunales penes de medio metro y el coito debe durar no menos de tres horas; conforma una mitología a través de su propia ignorancia que provocará las inseguridades y malentendidos futuros.
¿Qué ocurre cuando el no saber nada cristaliza en la ficción? Que creamos un simulacro que tenderá a solaparse con demasiada facilidad con la realidad si permitimos que se aproxime a esta. En las excelentes escenas de animación se representa lo que pasa por las mente de nuestros protagonistas en una literalización del giro icónico; las imágenes mentales se tornan reales. Pero lo que es real en nuestra imaginación o en la ficción, en el cómic, no tiene porque materializarse como un hecho fáctico. Así algunos hechos puntuales del guión del cómic se irán introduciendo como por ósmosis en su vida provocando la indiferenciación de realidad y ficción. Cuando Jeong-bae cree que el hermano gemelo de Da-rim es su ex-novio está proyectando aquella idea concebida a través del cómic; superpone las situaciones reales y ficticias en simulacro. Al igual que el funcionamiento (secundario) del porno los consumidores de ficción pueden acabar mimetizando aquellos comportamientos que naturalizan en su visionado. El porno es al sexo lo que el cómic a la vida, una hipérbole exagerada y efectista de la realidad cotidiana del ser.
Atravesando los procelosos mares del simulacro, del no poder ver la furiosa transparencia del mal, acaban por presenciar lo único que es real en sí: el amor como la posición en que no hay dos sino sólo uno. Dejando atrás las mentiras o lo que pudieran ser o pensar en el pasado al final se mimetizan en uno sólo; no hay distinción entre dibujante y guionista, entre amante y amado, ambos son uno y otro. En la síntesis se encuentra el único momento de realidad objetiva.
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