¿Quién no se ha enamorado platónicamente de una persona a la cual sólo conoce de vista? Cada gesto suyo parece fascinante, los defectos parecen algo encantador y no nos podemos impedir soñar en que fascinantes pensamientos se esconde. Sólo hay algo que os separa el uno del otro: la vergüenza. Pero de esto último no sabe nada -¿o quizás sabe demasiado?- Nacho Vigalondo y se declara como sólo se puede declarar un hombre, bailando y cantando para ella en 7:35 de la mañana.
Ella entra al bar y todos están extraños, un hombre peculiar empieza a cantar y bailar implicando a todos los que están en el bar en una performance surrealista. El cinturón de bombas que lleva le legitima para poder hacerlo ya que, tanto en el amor como en el arte, todo es conflicto. No hay nada dejado al azar, todo está planteado en una perfecta actuación en la no puede salir absolutamente nada mal. El resultado es un espectáculo imponente, catedralicio, donde música y baile, el sonido y la imagen, se conjugan en perfecta armonía para contarnos la historia del hombre que jamás se podrá declarar. Así conjuga la fase del cortejo, un ritual social, fisicalizándolo de un modo caricaturesco en un divertido espectáculo tras el cual se esconde una coacción social, un acto de violencia social. Y es que, como nos plantea en varias ocasiones de la canción, las mejores cosas de la vida comienzan y acaban invariablemente, como la vida misma, por eso el único modo de que ese amor se mantenga puro de una forma eterna es no llegar a consumarlo jamás. Al final el estrambótico cortejo no es tal en tanto ha sido, finalmente, una declaración de principios; el hacer un tránsito veloz desde un comienzo hasta el final del amor y de toda existencia.
Si la condición de lo humano pasa por su finitud entonces el amor sólo lo es tal en cuanto se puede acabar de un modo abrupto en algún momento. Pero no nos obcequemos en explosiones de confeti, mejor veamos el lado positivo, el ser humano en tanto humano es un animal social; un ente amante y amado. Sólo en tanto sentimental ‑y con ello, artista- un ente puede adquirir la dimensión misma no de ser ingenuo, sino de humano. Y en su finitud final ‑de la vida, del amor- Vigalondo sintetiza que es ser como humano.
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