Special Needs
Placebo
2003
Toda historia de amor es una historia de fantasmas. La presencia de la otra persona, la transgresión de nuestro deseo en tanto percepción, es una constante que acontece como una violación permanente del presente: deseamos no al otro como entidad física, como persona autónoma, sino como sujeto necesario para nuestra experiencia, como constituyente de la existencia. No sabemos vivir sin el objeto de nuestro amor. Es por eso por lo que Special Needs —canción que lleva las costuras al aire, ya que las necesidades amorosas son por fuerza especiales: su origen está siempre sublimado en el deseo en tanto tal — , se puede interpretar, al tiempo, de dos maneras sólo en apariencia antagónicas: como pérdida y como búsqueda del amor.
Como perdida la canción nos habla sobre el recuerdo, la necesidad de sentirnos como una parte esencial en la constitución de la existencia de nuestra persona amada. Somos un fantasma del pasado, un ente sensible hecho sólo a través de recuerdos que no podemos controlar ni modificar, pudiendo correr el riesgo de evaporarnos en el tiempo. Somos el recuerdo que los otros tienen de nosotros. Por eso el verso «and think of me stuck in my chair that has four wheels», leído en clave metafórica, parece estar hablándonos sobre la situación del amante, de nosotros, cuando se pierde la conexión con el ser amado; estamos atados a algo para avanzar, sea una silla de ruedas o el recuerdo del otro. Perdida entonces, pero no necesariamente en sentido negativo. Somos el recuerdo de aquellos que ya no tendremos nunca cerca, pero también de aquellos para quienes somos temporalmente en la distancia; cuando no estamos cerca de la persona amada, cuando por circunstancias esa persona está lejos, nuestra existencia se define a través de la fantasmagoría de su presencia: su recuerdo nos constituye, como nuestro recuerdo la constituye. Nadie está completo por sí mismo, porque siempre nos conocemos desde el reflejo del otro.
Como búsqueda la canción no se aleja en nada del concepto de la pérdida, porque también nos habla del recuerdo aun cuando de otra clase: el recuerdo como origen. ¿Origen de qué? De nuestra existencia, de nuestro deseo; del espejo que nos devuelve la mirada, del amor como definición de lo que queremos ser. Anhelamos a nuestro sujeto amoroso incluso cuando está desaparecido, cuando aún no lo hemos conocido —o lo que es lo mismo, cuando aún no hemos experimentado el amor — , porque es un ideal abstracto que nos define incluso en su ausencia; la búsqueda del sujeto amoroso siempre es la historia de su perdida, porque su condición fantasmática hace imposible retenerlo. No es que el amor genere necesidades subrepticias en nosotros, es que nuestras necesidades son solventadas a través del gesto amoroso.
La existencia autónoma queda transgredida, violada a priori, en tanto no podemos existir sin nuestra amorosa otredad. Sólo podemos existir en relación con nuestro deseo, el cual está mediado por la fuerza originaria de nuestro sujeto amoroso; porque amamos, existimos. Toda historia de amor es una historia de fantasmas porque aquel a quien amamos, incluso cuando ente abstracto, es como un miembro fantasma: lo sentimos, necesitamos que esté ahí, incluso cuando no esté presente.
Deja una respuesta