La vida, como la pizza, es un batiburrillo de ingredientes que se nos antojan antagónicos entre sí, que no pueden funcionar bien juntos o no tienen ninguna relación entre sí, a pesar de conseguir, en último término, conformar un todo armónico. Si la contradicción no es la esencia de la vida, al menos sí lo es la lógica que se nos muestra contraintuitiva. Intentar buscar el sentido de la vida a través de patrones lógicos, como si la vida no se ocultara en los rincones más insospechados, es atentar contra todo aquello que tenemos de humanos; como seres nacidos del absurdo, atrapados por la imposibilidad de racionalizar el sentido de nuestra existencia, abrazar lo insospechado como método para cartografiar el porqué de nuestro ser en el mundo es lo único que podemos hacer. Si la vida es como la pizza, entonces debemos aceptar que los ingredientes que la conforman no siempre son aquellos que nosotros habíamos imaginado como más lógicos para un plato que, de entrada, ni siquiera habíamos elegido.
Magus habla sobre magos para hablar sobre pizza para hablar sobre aquello que nos hace humanos. Intentar disociar cualquiera de los elementos de la ecuación, pretender que los magos o la pizza son superfluos en tanto lo importante es el factor humano —cuando por supeditados a lo humano carece de sentido hacer esa disociación; que hablen sobre otra cosa no implica que no hablen también sobre sí mismo: lo interesante es la lectura cruzada que ocurre sólo en tanto se tienen en cuenta todos sus elementos, la lectura a múltiples niveles que se puede hacer del cómic — , imposibilitaría cualquier posibilidad de interpretar el cómic en su totalidad. En tanto lo humano se basa en la interpretación del mundo, poner orden allá donde antes sólo había caos, no podemos obviar los elementos que lo constituyen.
¿Qué se nos narra en el cómic? La historia de los magus, individuos que no sólo atraviesan gente con espadas o cortan por la mitad a sus ayudantes ya que también, en especial durante el pasado, tenían enormes poderes que podían competir contra los de los dioses o la naturaleza. Su poder y relevancia fueron desapareciendo con el tiempo, siendo en el presente apenas sí espectáculos de ilusionistas los pocos que no permanecen ocultos. ¿Por qué motivo fue perdiéndose el poder de la magia en el mundo? Es algo que desconocemos. Las historias autoconclusivas que nos narra el cómic, que transcurren en un mundo en común, nos dejan intuir que pudo tener que ver con alguna clase de maldición, con la muerte misma o con la mera decadencia connatural al paso del tiempo; incluso la magia es una moda que puede ser sustituida por otras modas, o por la pizza. Lo único que sabemos es que en el presente los magus son algo excepcional y que en el futuro serán apenas sí un mal recuerdo de un tiempo perdido. Mientras en el pasado desafiaban a la muerte levantando ejércitos enteros de no-muertos para conquistar naciones, en el presente se conforman con su propia muerte por el odio desacerbado hacia la humanidad y en el futuro sus poderes se ven reducidos a la posibilidad romántica de la necrofilia; toda la narración está salpicada de humor, del estilo adorable, kawaii incluso, de Mikel Álvarez, pero tampoco elude el trasfondo melancólico de pérdida y muerte que hay detrás de cada historia.
La muerte, una constante absoluta en el cómic. Si aparece de forma tan reiterativa, ya sea de forma testimonial por desafiar su autoridad al traer muertos a la vida o de forma presencial al acudir ante acontecimientos mundanos, es porque su presencia es de lo único de lo cual podemos estar seguros: todos moriremos en algún momento. La vida humana es un ciclo mortal en el cual lo viejo debe morir para dejar paso a lo nuevo. He ahí que, detrás de toda la melancolía que desarrolla el cómic en su seno —no por casualidad las historias del pasado son la de la liberación del terror y la conquista del mundo por parte de un ejército de no-muertos, la conquista de la muerte sobre la vida humana — , también existe un pequeño momento abierto a la esperanza: la primera historia, una historia sobre el futuro, nos lleva por un camino de renacimiento en el cual, en un mundo postapocalíptico, un pequeño magus busca la posibilidad de renacer, de nuevo, al enterrarse en la tierra. Esa es la diferencia entre la vida humana y el resto de formas de vidas: no existe final aunque exista la muerte, porque nuestros actos y nuestras historias, cuando no directamente nuestros genes y memes, viven para la eternidad misma.
Para desarrollarlo, Mikel elige una manera original de narrar. A través de una tirada de tarot, algo muy propio de magus, nos narra una serie de historias interpretando cada carta como una historia dentro del ciclo vital el pasado, el presente —donde la carta principal, y origen del presente, es el propio cómic en sí: la carta I, El Mago— o el futuro de sus protagonistas. La magia hace del tiempo un ciclo eterno, en cierta medida circular, donde las únicas constantes absolutas son la vida y la muerte. Porque en toda muerte está la semilla del renacimiento.
Nada cambia, todo permanece. O no, no exactamente. Todo cambia porque los actores del gran teatro del mundo siempre son distintos, pero todo permanece porque los problemas siempre son los mismos: el amor y el odio, la escasez y la riqueza, la vida y la muerte. Existen un número limitado de historias que podemos contar, aunque haya infinitas formas de hacerlo, porque al final lo humano se reduce siempre a unos pocos motivos básicos. He ahí la magia de Magus: ya que sólo podemos comer pizza porque la vida no es más que una masa extrafina que se repite de forma constante, entonces utilizaremos todos los ingredientes que encontremos aunque a priori parezcan incompatibles entre sí. Porque la vida es como la pizza, cuando te cansas de ella es porque estás muerto.
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